Ha sucedido hace veinte minutos. Una feligresa, religiosa por más señas, ha pedido en la misa orar por Bin Laden, y ha dicho, literalmente, “ya estará con el Señor y se habrá dado cuenta de que ha hecho el tonto” (sic). A lo que otra persona ha respondido: “como le dirán a Bush y a tantos que han provocado muertes que han hecho el tonto”. ¿Qué queréis que os diga? Me parece mucho más humano y cristiano el considerar que los terroristas y criminales hacen el tonto más que que hacen el mal. Jesús en la cruz no dijo, “Padre, perdónales porque son malos y criminales”, sino “porque no saben lo que hacen”. Es decir, porque son un poco tontos.
He oído en la tele que en Washington y en Nueva York estaban celebrando con euforia la muerte de Osama. Me parece un signo de inmadurez y de infantilismo. Una cosa es lamentar y sentir la muerte de quien sea y otra, muy diferente, celebrar la desaparición de alguien y alegrarse de su desgracia. Dirá alguien, ¡es que provocó la muerte de cientos de norteamericanos! Aun así. No podemos perpetuar el odio y la venganza, y, encima, hacer de su realización y cumplimiento una fiesta. Además, ¿de quien fueron las órdenes que provocaro0n la muerte de más de doscientos mil (200.000) japoneses en Nagasaki e Hiroshima? ¿O de los miles de coreanos y americanos en Corea, o vietnamitas y soldados USA en Vietnam? ¿Y de iraquíes? ¿Y de afganos? ¿Quién fue el responsable criminal de la muerte de más de treinta mil hindúes por el escape envenenadote una fábrica norteamericana? Y así sin parar.
No es ético ni moral alegrarse y celebrar la muerte de nadie, tampoco de los enemigos. No vale decir que los mahometanos, se supone, se alegraron muchísimo de los muertos del 11S. Sí, pero los americanos rezan al Dios de Jesucristo, piden que Dios –el Padre de Jesús, no lo olvidemos- guarde y proteja a América, y son seguidores y creen, también se supone, en quien enseñó perdonar y amar a los enemigos, y poner la otra mejilla. Nadie tiene obligación de ser cristiano ni de seguir a Jesucristo. Pero tenemos derecho a pedir un poco de coherencia a aquel que afirma solemnemente que lo es (cristiano) y que lo sigue (a Jesús).
Jesús Mª Urío Ruiz de V ergara