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Los modernos saduceos

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En el evangelio aparece muchas veces Jesús increpando o discutiendo con los fariseos y lo saduceos. De los primeros todos tenemos una idea, si bien suele ser exagerada y un tanto desenfocada por lo peyorativa. Los segundos suelen pasar más desapercibidos, si bien en tiempo de Jesús eran socialmente muy influyentes, a pesar de ser una minoría. Pero una minoría selecta, como acostumbran ser ambas cosas, poco y selectos, los verdaderamente ricos.

En el caso del que hablamos, en los tiempos de Jesús, el protagonismo de los saduceos era evidente y eminente. Entre sus familias se reclutaban los más altos dirigentes de Israel, miembros del Senado y de la alta aristocracia sacerdotal. Procedían probablemente de Sadoc, legendario Sumo Sacerdote de la época de Salomón, aunque hay gran controversia sobre este extremo.

Lo que verdaderamente nos interesa es que los saduceos estaban cordialmente enfrentados con los fariseos, y sobre todo que eran los que manejaban el dinero y los negocios. Eran considerados materialistas, no creían en la resurrección de los muertos ni en los ángeles ni en los Espíritus, en general. Pueden ser catalogados desde nuestra perspectiva como hombres modernos, liberales, nada fanáticos excepto en el tema de barrer dinero para sus arcas. Ocupaban el Sumo Sacerdocio y sus aledaños, por el que pagaban mucho dinero, pero se tienen serias dudas de que, en realidad, fueran mínimamente creyentes. O serían tan sólo en apariencia, y lo suficiente para engañar educadamente a sus contemporáneos.

Es famoso el control que ejercían sobre el comercio y el crédito en todo el Mediterráneo. No se movía un barco transportando grano, aceite o vino sin que ellos estuviesen detrás, como transportistas, o como financiadores del trajín exportador e importador. Verdaderamente era intenso y ciertamente poco aleccionador el matrimonio entre altar y las altas finanzas. Es bueno recordar para entender esa alianza cómo el Templo de Jerusalén lo habían ido convirtiendo, sobre todo por parte de los saduceos, en una institución pionera en lo cultural y lo económico, tanto o más que en lo religioso.

Es claro, con los antecedentes que presento, que a los finos y maquiavélicos empresarios (saduceos) de aquella época no les debía hacer gracia la doctrina y el estilo de Jesús. Ni poco ni mucho. De hecho sabemos que fueron el Sanedrín y el Templo, copados por nuestros ínclitos personajes, los que tramaron y consumaron la condena del Maestro de Nazaret.

En todas las culturas y religiones ha habido grupos parecidos a los que hoy ocupan estas líneas. Pensemos en Egipto, por ejemplo, o en Mesopotamia, o en las intrigas de los sacerdotes de los Baales. En la Iglesia, cuando se “religiosizó” después del edicto de Milán, fue una de sus lacras la excesiva unión y el mercadeo, en las dos direcciones, entre trono y altar. O entre dinero y bendiciones, o entre pecado e indulgencias. Todo ello parte de la misma trama. En la Edad Media, incluso, hubo, como entre los fariseos, familias enteras dedicadas intermitentemente a ocupar el trono de Pedro, y a valerse del significado pecuniario y financiero que ello comportaba.

En nuestros días sucede de modo más sutil y fino. Ya no son los modernos saduceos, (empresarios, financieros, banqueros, accionistas de las grandes  compañías) los que directamente ocupan los puestos sacerdotales de influencia, sino que se conforman con el trato y el compromiso mutuo de no agresión e, incluso, de ayuda en la financiación de las actividades eclesiales. Así se aseguran la no beligerancia de la Iglesia en su denuncia profética ocntra ellos. ¡Han cambiado los tiempos, los rostros y las vestimentas, pero continúa parecida alianza de mammón y el Templo.

Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara


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